Alejandra y Ricardo
Ricardo y Alejandra se conocieron en circunstancias que ninguno de los dos hubiera imaginado. Alejandra, una joven profesional dedicada, encontró su rutina interrumpida cuando Ricardo y su padre se convirtieron en clientes habituales del banco en el que trabajaba. Desde el principio, había una tensión palpable entre Ricardo y ella, una especie de chispa negativa que parecía encenderse cada vez que se encontraban en el banco.
Los años pasaron, y el destino, con su habitual sentido del humor, decidió entrelazar sus caminos de manera más profunda. Alejandra fue ascendida y asignada a trabajar exclusivamente con ciertas empresas, entre las cuales se encontraba la de Ricardo. Entre ellos no existía más que un desagrado palpable, pero como suele ocurrir en las historias de amor, el tiempo y la convivencia fueron moldeando sus sentimientos. Los roces y las diferencias empezaron a ceder ante una atracción mutua que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir al principio. Con el tiempo, Ricardo finalmente reunió el valor necesario para invitar a Alejandra a salir, un momento que cambiaría sus vidas para siempre. Desde esa primera cita, donde se encontraron no se han separado. "No me sueltes la mano, que el viaje es infinito", se convirtió en su mantra, la promesa silenciosa de que estarían juntos en cada paso del camino.
Su amor es el claro ejemplo de que del odio al amor, hay un solo paso.